sábado, 5 de junio de 2010

El hombre, la palabra, la duda y el arte

El lenguaje, ya sea escrito, hablado o gestual, tiene la función de comunicar ideas o conceptos que se encuentran de manera abstracta en nuestra mente. Por lo tanto, podríamos definir el lenguaje como un vehículo de nuestra subjetividad.
Esto significa poder racionalizar nuestros pensamientos para que los demás puedan comprenderlos,volcar nuestro ser y arrojar todo nuestro mundo interior por medio de la palabra para que alguien reciba ese mensaje. De igual forma podemos recibir información que nos haga aprender, que agite nuestra conciencia y nos haga dudar de nuestra “realidad”, de lo que es justo y de lo que no lo es tanto, porque la duda es la única certeza que existe.
Estoy convencido de que uno de los primeros usos del lenguaje fue la pregunta, la duda en su forma más inocente y primitiva. Después de dar nombre al sol, al agua, al viento... El hombre se pregunto porqué. ¿Por qué el sol y la lluvia? ¿Por qué los árboles y el viento? ¿Por qué yo?. Aquí nace el ser humano como tal, como individuo consciente de su propia existencia y como receptor y vehículo de esa consciencia gracias al lenguaje.
El lenguaje puede, de esta forma, emplearse como una útil herramienta o también como un poderoso instrumento. Se puede usar para apretar una pequeña tuerca como si de una simple llave inglesa se tratase, o bien podría variar las órbitas de varios satélites como haría un potente computador de última generación.
Esta última opción es la que han escogido esos hombres y mujeres que nos han legado, durante siglos, sus célebres frases. Sabias, ingeniosas, simpáticas, tétricas, brillantes, históricas... Pero todas artísticas. Por que al igual que un pintor combina los colores para crear su pintura o un músico escoge las notas que formarán su melodía, las grandes frases requieren una cuidadosa selección de las palabras,el orden y la forma que darán lugar a una hermosa obra de arte.
Finalmente citaremos una gran frase atribuída al líder aymara Túpac Catari, a la que Howard Fast dió forma y consistencia en su inmortal obra “Espartaco”.

“VOLVERÉ Y SERÉ MILLONES”